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viernes, 4 de febrero de 2022cermi.es semanal Nº 468

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Cuarto de invitadas

Ana Rossetti, poeta y escritora

"No sé si uno puede aspirar a reconocer la verdad, sí a la sinceridad"

Por Esther Peñas

04/02/2022

Con Una mano de santos. Cinco cuentos prodigiosos (Siruela), Ana Rossetti (San Fernando, Cádiz, 1950) retoma las leyendas, las fábulas, los mitos, el canto alegórico que ha ido transformándose de cultura en cultura y de generación en generación. El exilio, la libertad, la magia, la pureza, los marginados o aquello que se nos escapa del entendimiento pero, acaso en contra de la lógica, acontece, son algunas de las cuestiones que emergen en este pentateuco bellísimo.

Ana Rossetti, poeta y escritoraEste fue uno de sus primeros libros dedicado a un público infantil, aunque también había hecho radio para ellos, el espacio «Jardines en el bolsillo». ¿Qué concesiones, de haberlas, han de hacerse cuando se escribe para el público más joven?
 
En general, no pienso en eso en absoluto, escribo sin pensar que estoy escribiendo para gente más joven, por lo tanto, no hay concesión, escribo como cuando trabajo cualquier otra cosa, pero es cierto que se me da muy bien este tono, y me es fácil conectar con ellos.
 
¿La literatura trata de eso, de transmutar alimento en rosas, como hacía santa Casilda o, al contrario, en transformar rosas en alimento?
 
La leyenda de Casilda desde siempre me ha llamado mucho la atención, fue la primera cosa sobre la que escribí, con 8 o 9 años, una obrita de teatro en el colegio; pero sobre todo me llamaba la atención, más que el milagro de que Dios convirtiera en rosas los alimentos que llevaba a los prisioneros cuando su padre le pregunta que qué lleva escondido en el vestido, el hecho de que siendo una niña musulmana, ayudase a los cristianos. El milagro en sí no me provocaba asombro, porque de pequeña yo ya estaba más que acostumbrada a historias plagadas de prodigios, lo que me admiraba era que Casilda, siendo una niña musulmana, ayudase a los cristianos. Siempre la he tenido muy presente a santa Casilda. Y me pareció que su historia de convertir el pan en rosas era un perfecto emblema de lo que es la poesía. 
 
Chantal Maillard dice algo parecido: «escribo para que el agua envenenada pueda beberse…»
 
Sí. La cuestión es que, con la historia lo que he hecho respecto de Casilda, el resultado alegórico es una poética propia, que recoge y mezcla con la leyenda mi propio proceso de descubrimiento de las palabras, de cómo jugaba con ellas y el momento en que supe que había palabras que a los demás les resultaban vacías y que, sin embargo, para mí eran muy personales. 
 
Está muy bien traída la transmutación de la leyenda de Casilda en poética…
 
Sí, es algo que, sobre todo, quienes escribimos comprendemos muy bien. En El libro de las ciudades, que salió antes que este, algo parecido sucede con la «Historia de las resplandecientes», aunque en ella hay un fuerte peso de la enseñanza de que, si te arrancan de tu ambiente, te quedas sin interlocutores. 
 
Dice la narradora del primer relato que «la verdad es invisible», pero ¿cómo se detecta? ¿Cómo diferenciarla de la superchería, de la papachurra?
 
La verdad es lo más difícil que hay, no tiene verbo; sí lo tiene la mentira. No sé si uno puede aspirar a reconocer la verdad, pero sí sé que cada cual puede comprometerse con la sinceridad, con ser sincero. 
 
En el relato La niña extranjera, entre otras cuestiones, se habla de la belleza, y creo que tiene mucho que ver el tiempo de la belleza con el de los cuentos, no es cronológico, sino que el   suyo   es   el   instante   de   la   revelación.   Nos   obliga   a detenernos. A respirar, a retomar el resuello… La cuestión es, ¿ha perdido valor, la belleza?
 
Por supuesto, sobre todo su manifestación espiritual, hoy en día confundimos la belleza con unas normas estéticas que son cambiantes y pasajeras. Como decía John Keats, el poeta, «la belleza es verdad y la verdad, belleza».
 
Y lo bello, ¿está en quien mira o en lo mirado?
 
Si la persona que mira no distingue la belleza, a la belleza le da igual existir o no, porque será como mirar una inscripción en un idioma ininteligible. Ha de haber un diálogo entre quien mira y lo mirado, un entendimiento recíproco.
 
¿En qué casos conviene, como hace la niña extranjera, unir lo que está dentro con lo que está fuera, y cuándo mantener ambos espacios ajenos?
 
Todas las cosas tienen su haz y su envés, todo acto. Podemos hacer el bien, una buena obra y que, sin embargo, eso repercuta para mal en un tercero; a la inversa. Podemos recibir un mal que no lo sea tanto. Eso es muy doloroso... que actúes bien y sin querer causes daño… Todo acto humano y natural tiene ambos polos, el positivo y el negativo. Hay una leyenda oriental que habla de esto, de cómo un muchacho se parte una pierna y piensa qué desgracia, y después vienen a buscarlo para la guerra pero, como está convaleciente, no pueden llevárselo y piensa qué suerte, y así se va articulando la fábula, poniéndose en pie. Todas las cosas tienen la suerte y la desgracia de ser.
 
Es curioso que, en el momento histórico de la posverdad, los mitos (los griegos y los de la rama dorada, por ejemplo) se pongan en entredicho precisamente porque se les presuponga falto de esos mismo, de verdad. 
 
Por dios… es que no se puede coger al pie de la letra un mito, ni un poema; los mitos nos ayudan a entender nuestro mundo, la condición humana... 
 
¿Cuál es el mito que más resuena en Ana Rossetti?
 
Tal y como está la cosa actualmente, te diría que el mito de Orestes, que mata a Clitemnestra y los dioses le perdonan por considerarla una mera vasija; por desgracia, hoy en día eso es muy común, considerar el cuerpo de la mujer como una vasija a la que fertilizas y sacas un ser vivo de ahí. Los mitos también hablan de las injusticias…
 
Pienso en el personaje de Laurencio, que nos remite a los ángeles. ¿Cuál es el custodio de Ana Rosetti?
 
He cambiado de ángeles custodios, y creo que es bueno que suceda; cuando somos pequeños, el ángel custodio casi infalible es el instinto de supervivencia, porque mira que estamos expuestos a peligros y salimos de casi todos ellos, sin sucumbir. Conforme vamos creciendo va cambiando ese custodio, porque hay veces que queremos caer en ciertos peligros, y para ello no puedes tener un ángel que te impida recalar en esos riesgos sino uno que después te rescate. Mi ángel de la guarda actual me ayuda a recopilar todo lo que he ido haciendo en mi vida, a no desperdiciarlo y sacar conclusiones.
 
Qué Ángel de la Guarda tan laborioso, ¡como el de san Isidro!
 
Ay, qué suerte tenía ese hombre…
 
¿Creer en el prodigio nos hace más infantiles?
 
No, creer en el prodigio nos permite admitir cosas del mundo que sobrepasan nuestra mente; la mente nos pone muchas trampas, no nos deja admitir cosas para las que no tiene explicación, aunque existan.
 
Por cierto, ¿leer es mano de santo para…?
 
Lo primero de todo, para entretenerse.  Si no entretiene la lectura, mejor buscar otra. No se puede aprender si algo no te emociona, te interesa, te entusiasma. Sí, primero entretener y después todo los demás, por añadidura.
 
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